Resulta que esta semana con las tormentas que ha habido a diario es cierto que hemos tenido mucho bochorno pero la misma nubosidad junto al viento nos ha dejado unas buenas tardes en Castillo de Bayuela. Ayer fue una de esas pero es que además fue divertida y con lo mejorcito de cada casa. Jesús y yo íbamos desde Toledo, ahí nos uníamos a Lidia, Rodri, Laura, Indi, Chaca, Leti, Dani, María, Cabe y Piru y nos subíamos un gruprete a Germania mientras Piru y Cabe iban a acabar de cepillar unas líneas en Celta. En el momento de llegar arriba en Germania el bochorno era tropical y de repente, se gesta una tormenta y el viento nos deja una tarde cojonuda.
Leticia se hacía con esfuerzo y pundonor con el siempre técnico y complicado "Renajuako" que a más de uno estuvo a punto de darle la tarde y no mencionaré nombres.
Lidia comprobaba la dureza y longitud de los movimientos de la línea con la regleta sikada ante la atenta mirada de los porteros pero ayer no había el mismo tacto que hace 3 meses aunque lo pasamos en grande de todas formas.
Chaca venía con una cosa entre ceja y ceja y no era otra que catar "El Único que no Miente" un lance duro que este año ha sido un hueso duro de roer entre los que no me incluyo porque a mi me queda grande para esta vida ya. La cuestión es que se fue calentando, se metió Indi por el medio y estuvimos un buen rato viendo volar a estos dos.
Indi en uno de sus mejores pegues en "El Único que no Miente" y es que una vez empiezas a meter la mano, todavía queda el trabajo de parar la puerta.
Chaca en clara progresión en "El Único que no Miente" donde acabó metiendo ambas manos y aguantando décimas de segundo la puerta en algunos pegues, que parecía que iba a triunfar, aunque no hubo premio al final. Sin embargo, si mi opinión sirve de algo puedo decir que si viene un día de frío lo cruje y lo deja tiritando porque ayer estuvo a punto.
Jesús todavía tenía yemas, no como otros, para hace runa demo en "Molaba Más Cuando Era 6C". La noche caía y seguíamos entre mosquitos tamaño gorrión y risas que destrozaban el costillar de los presentes. Al final, nos despedíamos y llegábamos a a casa a esas horas en las que Cenicienta ya hacía rato que dormía.
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