Llegaron las vacaciones de verano y la familia de Diego Ponos al completo, incluído Marley, inició su periplo vacacional yendo primero una semana a Cabo de Gata.
Hacía 20 años que no iba a este sitio salvaje, aun lo sigue siendo, pero que no esperaba encontrar tanta gente como hemos visto. Si es verdad que mantiene ese espíritu diferente al resto de muchas zonas del litoral costero peninsular e insular. Una mezcla de desierto almeriense y costa no urbanizada que se mantiene gracias al Parque Natural de Cablo de Gata.
El valle de Rodalquilar donde el desierto se confunde con las playas, al fondo El Playazo en la localidad de Rodalquilar.
La familia al completo, Carlota, Sofia, Marta y yo, haciendo el guiri playero en El Playazo.
Hemos tenido tiempo para hacer de todo, desde nadar, jugar, disfrutar de bares y tapas hasta bucear donde Carlota y Sofía han descubierto que debajo del mar hay vida, animales y peces. Las pobres, acostumbradas a la inerte playa de Castelldefels, han visto toda clase de peces y fauna marina.
Hemos visitado las mejores playas y calas como La Isleta del Moro, Cala del Plomo, El Playazo, Las Negras o Mónsul siempre buscando aguas tranquilas y calas con poca gente.
Los dos últimos días hemos estado yendo a Mónsul donde la fina arena y la protección de los acantilados permitían que, aun haciendo mala mar, la jornada fuera tranquila.
Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid metí como quien no quiere la cosa un par de pies de gato y una magnesera por si visitábamos Mónsul donde recordaba unas rocas en las que la gente solía escalar.
Por la tarde, hacia las 7, cuando el sol dejaba de castigar siempre había alguien que sacaba los pies de gato y la magnesera y se ponía a jugar en las líneas de bolos manchadas por el magnesio. Así que me unía un poco.
Desplomes altos con bolos de todas formas en los que te sentías como en un rocódromo pero con la textura de la rcoa volcánica sobre la piel reblandecida por las jornadas completas al mar. En esta foto, escalando una bonita línea que tenía un movimiento bonito en la parte final a un cierta altura ya.
Saliendo de esta línea que he mencionado antes. La verdad es que me divertí bastante luchando contra la gravedad de los helados, pescadito frito y demás extras veraniegos hasta conseguir que en dos tardes notara los efectos de la fatiga en los brazos, sensación que tenía casi olvidada.
Finalmente una foto del bonito Arrecife de las Sirenas donde múltiples leyendas bastante antiguas intentan explicar el nombre del mismo.
Un pequeño alto en el camino y mañana partimos hacia Castelldefels donde me espera más playas, amigos, una super-despedida de soltero y la boda y quizás alguna visita a Savassona, Targasonne y Can Boquet.
Seguiremos descansando...
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